lunes, 2 de septiembre de 2013

Un amante inesperado

  
Un amante inesperado


Son algo más de las doce de la noche, la casa de montaña que tenemos en Zaragoza es mi refugio tras la última discusión. He salido sin apenas nada, solo quería estar sola. Los grandes ventanales de la casa dejan que vea la gran arbolada que la rodea, las lágrimas son mi única vía de escape,  tras fumar un cigarrillo y tomar una copa el calor de la piscina climatizada  parece llamarme y acudo a ella.
El agua esta templada, nadar bajo el agua hace que mi cuerpo y mi mente descansen, siempre me gusto dejar mi cuerpo desnudo, el agua meciendo cada uno de mis movimientos me tranquilizan. En uno de los extremos fumo el último cigarrillo de la cajetilla. Salgo de la piscina, solo un albornoz me cubre, vuelvo al ventanal, a lo lejos se divisa una gasolinera que aún mantiene las luces encendidas son las dos de la mañana, miro mi cajetilla vacía y decido ir a comprar y al mismo tiempo repostar.
Subo a mi habitación sin saber que ponerme, un pantalón corto de lino blanco y una camisa sin mangas del mismo tejido  son los elegidos,  el baño en la piscina a dejado mi piel suave y me siento revitalizada,  unas mallorquinas blancas cubren mis pies.
EL camino hasta la gasolinera lo hago disfrutando una de mis canciones favoritas, el olor del monte me parece el mejor de los perfumes. Al llegar mi gozo en un pozo, es una gasolinera autoservicio siempre me han servido y no sé de qué forma debo abastecer mi coche. El olor a gasolina no me agrada, busco sin tener suerte al empleado, de vuelta al surtidor miro todas las mangueras sin saber cuál debo  usar. El ruido de un motor al acercarse  me distrae, un chico moreno aparca al lado opuesto del surtidor, al bajarse me mira y me sonríe antes de dirigirse, con tarjeta en mano, a surtir su coche de combustible.
Observo cada uno de sus movimientos, sus ojos no dejan de mirarme, su sonrisa provoca en mí  una sensación olvidada, su sonrisa me atrae. Acaba de repostar entrando después en su coche, yo intento emular sus pasos, saco mi tarjeta dorada debo llenar el tanque para no volver, una vez de vuelta en el surtidor el chico sigue allí, sigue cada uno de mis pasos, siento su mirada sobre mi cuerpo y mi estado de nervios se apodera de mí.
Maldigo mi suerte, una puerta se abre y escucho tras de mí una voz sedosa, tranquila y paciente explicándome el procedimiento, una sonrisa aparece en mi rostro. Mi mano se dispone a repostar cuando noto su mano guiándome,  un escalofrió recorre mi cuerpo, dejo que sea su mano quien termine el repostaje, me giro y quedo frente a  el miro sus labios  dejando que sean mis ojos los que dibujen su perfil. Él se acerca a mí al dejar la manguera en su lugar, noto el aroma de su piel invadiéndome se acerca sin articular palabra, mirándome sin compasión, su mano pasa a ser parte de mi cabello haciendo que mi boca se acerque a la suya. Un beso, ese beso apasionado que me deja a su merced. Me invita a subir a su coche, cinco minutos después estamos en medio de una arboleda cercana, sale del coche dirigiéndose a mi puerta, me tiende una mano invitándome a salir, deseo seguirle el juego, sobre el capo aún caliente mi cuerpo experimenta sensaciones únicas dejando  que el deseo sea mi aliado bajo las estrellas.
Orgasmos continuados dejan mi cuerpo extasiado,  mi amante furtivo parece conocer cada uno de mis puntos erógenos haciendo que mi respiración sea entrecortada.
Cuatro horas después la piscina es cómplice  de mi secreto.


Enmanuelle tres de septiembre de 2013







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