lunes, 14 de octubre de 2013

El concierto

CONCIERTO

Cada sensación es diferente en sus palabras, me sigue y lo sigo , es una colaboración extraordinaria. Gracias Pedro por dejar que entre en tu mundo,
Llego tarde,,,llego tarde…..- Quedé para las nueve y me he retrasado, no tengo remedio, me encuentro con cualquier amiga y se me va el santo al cielo.
Esta noche voy de concierto, un grupo de amigas hemos quedado para las nueve, faltan quince minutos y yo sin arreglar. Me ducho sin mojar mi pelo (ya lo recogeré en una cola), todo va a cámara rápida y no puedo evitar reír dejándome caer sobre la cama al verme reflejada en el espejo que cubre gran parte de la pared. Mi pelo recogido sobre mi cabeza, la toalla que he escogido para secarme apenas me cubre, me falta una zapatilla y ni me había dado cuenta. El vestido marrón es el que me pilla a mano, es algo corto y un poco transparente pero ahora no me sobra tiempo, lo que si me apetece es ir cómoda en el calzado, botas marrones, una cola alta, un poco de brillo en los labios y lista.
Me han llamado más de diez veces, no he escuchado ninguna, mis manos atraen las llaves del coche, dejo mi bolso en el mueble del recibidor, abro la puerta y dejo tras de mi las prisas y el pasado cercano dispuesta a comerme el mundo en este concierto. En la calle, justo delante del portal de mi pequeño apartamento me esperan unas amigas en el coche de Paula, un auto desvencijado adornado con unos cuantos osos de peluche en la bandeja trasera del vehículo. Saludos para todas, Paula, Marga, Chusa y yo, la más atractiva, ¿por qué no?, porque yo lo valgo. Volviendo al terreno relatador, salimos chirriando ruedas dejando un hedor a neumático quemado al son de El Barrio y la versión de Tú Frialdad de Triana. Llegamos al lugar del concierto, las inmediaciones estaban repletas de personas agolpándose en la taquilla y entre las filas de personas para entrar al recinto.
-Vamos niñas, saquemos el tequila antes de entrar-, dice Paula.
-Metamos las que podamos en los bolsos, yo me quedo la de ron-, dice Marga. Bebimos un tapón de tequila, guardamos las bebidas en sus respectivos envases de plástico para deportistas y depositamos la compostura en la respectiva cola de personas. Al fin pasamos al interior del recinto, ni una palabra sobre las bebidas cuando los seguratas nos han registrado los bolsos. Nos ponemos lo más cerca del escenario, ya hay unas cuantas lobas acechando los primeros lugares de la primera fila.
Media hora o quizá sesenta minutos después comienza el espectáculo, saltamos cuando los músicos comienzan a tocar; en uno de mis saltos miro por encima de mi hombro derecho y lo veo, un chicarrón moreno, alto, de esos que se depilan, pero muy varonil, me quedo petrificada al verlo y él, me mira sonriendo. La bebida desinhibe mi mente y me acerco al chico a bailar a su lado, su imponente cuerpo danza a mi mismo son. Sonríe todo el tiempo, yo meneo la cabeza, río, me dejo querer. Olvido a mis amigas, lo pasan en grande y mientras disfruto del baile con el morenazo imponente. Compartimos mi bebida y después de acabar una canción que me pone como un barco de vapor lo dejo un rato para estar con las chicas. Bebemos, saltamos, bailamos poseídas por las vibraciones musicales y contagiadas por la euforia colectiva.
El moreno sigue en el mismo sitio que lo dejé, me mira, me devora con sus ojos marrones muy oscuros, le sigo el juego, me hago la interesante, esta vez que venga el a mi lado. Al rato el obediente chico viene a donde estamos las locas. Bailamos, mis amigas ríen y seguimos bailando al son de la música en directo. La danza hace que poco a poco acerquemos nuestros cuerpos, siento sus manos recorrer el mío, sus dedos en mi espalda me estremecen, las miradas intensifican el baile, la danza aprecia lujuria, gusto por la pareja de baile. El acercamiento desemboca en un beso, ¡qué digo un beso!, las lenguas entran en las grutas dentadas sin pedir permiso, él me agarra tan fuerte en un abrazo que me lastima, pero lo dejo hacer, besa de maravilla y su lengua me pone a mil por hora. Me tiene en el aire, el chico es fuerte, no soy una sílfide pero tampoco una figura redonda. El beso es duradero, bien aprovechado por nosotros, nos compenetramos al dedillo para pasar a palpar y apretar el trasero, lo tiene bien puesto, él con disimulo acaricia mis pechos y ahí, con el pezón entre sus dedos no me puedo contener, le tomo una mano y la introduzco en mi vientre, en sus ojos veo la excitación al notarme húmeda, muy húmeda. Lo tuvo fácil ya que no llevaba ropa interior.
El mini vestido que me he puesto es muy manejable. Entre tanta gente no se aprecia como una de sus manos ha ido subiéndolo con destreza ante el deseo que ambos sentimos, con su potente brazo me ha pegado a su cuerpo; tener mi piel desnuda pegada a su vaquero notando su excitación me derrite. Quiero provocarlo más y subo mi pierna por la suya in crescendo. Mis pies no tocan el suelo, me muevo entre la gente en volandas, he quedado abrazada a su cuerpo por mis piernas y es él quien busca desesperadamente un rincón más íntimo para los dos. El tequila, la excitación o simplemente el deseo van guiando mis manos por su cuerpo. Su camiseta cede sin mucho trabajo. Miro a sus ojos cuando decido bajar a su cintura, su respiración entrecortada me alienta a seguir, sus pasos son cada vez más rápidos.
Mis dedos serpentean por su cintura, ágiles encuentran el camino que busco, sin pensarlo agarro con ardor lo que deseo. Sus pasos se han detenido en seco, me mira, su lengua entra en mi boca, de la misma forma quisiera que otra parte de su cuerpo entrara, estoy juguetona, muevo mis caderas sobre su excitación. Ni me he enterado donde estamos, al apoyarme en una superficie dura caigo en la cuenta de que estamos solos detrás del escenario en la pared que rodea el recinto tras los camiones.
Sin tocar el suelo con mis pies nos besábamos, “este hombre aguanta bien mi peso”. Busqué entre sus piernas con una mano, y con la otra me abracé a su cuello. Su lengua y labios recorrían mi cuello, me dejó suavemente en el suelo, introdujo una mano en mi vientre, cuando notó mi ardor sonrió. Poseso apretó mis senos, primero uno, después el otro, los tomó con fuerza, ese ímpetu varonil me transportó a donde el deseo me llevó. Sus dedos acariciando mi vulva parecían patas de pulpo, pero yo quería más, apreté su mano introduciendo varios dedos dentro de mi convulsionado ser. Al mismo tiempo, sin preámbulos saqué su virilidad totalmente erecta y mi mano la hizo mía. La moví, lo hice gemir, jadeamos juntos, deseé llevarlo hasta el cenit antes de “empalarme”. Con sus dedos enjugados de mí, los compartimos, los lavamos con nuestras salivas, lenguas y labios.
De pronto se apartó, nos miramos, se acercó para besarme y me levantó lo suficiente para entrar de una sola estocada en mi caverna del amor. Sus brazos y manos me sostuvieron pegada a la pared, mis piernas lo rodeaban con fiereza, mordió mi cuello con una pasión y salvajismo sin experimentar aún. Me embistió sin cuidado, feroz muy feroz, pero al tiempo me transportó al cenit, al éxtasis nunca percibido. Una vez, dos, tres hasta perder la cuenta de las convulsiones sentidas con el amante moreno. En estos instantes me vi como O, poseída por el Lord en el apartamento londinense, incluso maltratada como ella. Pero mi amante no era un Lord, era un dios, Dioniso me estaba clavando su hombría a un ritmo frenético, y yo, su esclava no hice otra cosa que obedecer al goce conjunto. En las idas y venidas, mi vientre se contrajo tantas veces que sentí flaquear mi cuerpo, estuve a punto de dejarme vencer..., cuando..., me depositó con tibieza en el suelo; allí de pie adiviné su petición, y adoré a mi dios arrodillada extrayendo de él la esencia requerida por el acto.
Como a un dios te amé, como un dios te adoré y como una esclava te serví, mi Dios.

Un relato perpetrado por Enmanuelle L y Pedro Molina.

Martes, quince de Octubre de dos mil trece.

Región de Murcia.

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