sábado, 4 de enero de 2014

La cacería ( primera parte)

Hace frió, nos acercamos a la zona de caza, la montaña es inmensa, una nube hace sombra sobre la cumbre, zonas verdes contrastan con el color gris  de la tierra. La carretera con tantas curvas comienza a marearme un poco.
Los grandes chopos apenas dejan traspasar la luz, las quitanieves preparadas junto a la carretera me dan la razón, no debería haber aceptado la invitación.
Nos alojaremos en una casa rural, hoy es domingo, día de mercado semanal.

Tras dejar las maletas sobre la cama, recorremos la zona, la gente es muy cordial, nos saludan  con una sonrisa. El grupo decide tomar algo caliente en una pequeña tasca, quedando el local colapsado.
Manuel me sonríe, ha insistido tanto en que acuda a esta cacería que se siente feliz. Mis dientes chirrían de frió, él, amablemente me cobija entre sus brazos. Esta sensación es extraña para mí, el aroma que lo caracteriza me apresa, siento mi piel erizarse desde mi espalda, recorriendo mi cuello y brazos. El calor que me origina su cercanía relaja mi cuerpo.

Una de las chicas del grupo me reclama para acompañarla al aseo. Sin pensarlo accedo a ir, hace rato que no sé cómo escapar de tan deliciosas cadenas.
Mirarnos al espejo para retocarnos al mismo tiempo que comentamos la noche hace que tardemos un poco más de la cuenta.

Al salir, mis ojos temerosos contemplan la escena. Manuel se discute con otro de los chicos en la barra, sus voces suben de volumen haciendo que todos los demás dirijan toda su atención sólo a ellos dos. La discusión se altera a cada palabra que se dicen, de repente me mira y el fuego de sus ojos desaparece encogiendo mi corazón, con paso decidido se dirige a la puerta de salida.
Me quedo petrificada al verlo salir sin el abrigo, fuera la nieve hace acto de presencia, sin darme tiempo a pensarlo el abrigo está en mi mano y me veo saliendo tras él.
Recorro dos calles sin encontrarlo, comienzo a desesperarme, unos golpes llaman mi atención, mi intuición hace que me dirija hacia ellos. Sus manos golpean una y otra vez la entrada de una casa. 

Me acerco a él, está ofuscado y no me ve.
Dejo caer el abrigo sobre sus hombros, al notar el calor de su abrigo la rapidez con la que me mira me deja petrificada. Dos palabras son lo único que puedo articular- ¿ estás bien?.

El fuego de sus ojos vuelve a reactivarse,  es un fuego distinto, sin dejarme tiempo a más su brazo me rodea dejando mi cuerpo frente al suyo. Su  mirada recorre mi cara, al mismo tiempo su brazo me aproxima a él, el aliento de su boca acercándose a la mía me inmoviliza.

Sus labios, al principio suaves, se apoderan de mí, poco a poco sube de intensidad, mis manos han comenzado a acariciarle la cara recorriendo su cuello, su cuerpo parece fundirse con el mío.  La luz del descansillo me alerta, ¿que estoy haciendo? Lo alejo de mí dirigiéndome a la casa que hemos alquilado junto al grupo.


Mi habitación es la última del pasillo, tiene su propio aseo y puede cerrarse al entrar, es perfecta, no tendré que salir y encontrarme con él en toda la noche.  Morfeo me ha ganado, tras llorar dos horas, son las tres de la mañana, el aseo me reclama. La pequeña ventana que le da luz, deja un sonido llegar a mí, la abro con sumo cuidado. Las luces están encendidas, el pequeño jacuzzi que incluye la piscina burbujea sin cesar. En una de las hamacas Manuel espera  con los cubitos de hielo el momento en que beber el tan deseado licor.

La casa está oscura , unos duermen, otros tras la puerta, se afanan en una lucha de placer. De puntillas salgo por la puerta, con mis manos aferro mi bata a mi cuerpo, es pleno invierno y el frío cala.

Me acerco a Manuel, al principio no se percata de mi presencia, con una sonrisa me hago sitio en su hamaca, no me mira a los ojos y yo quiero que lo haga. Durante segundos el juego entre los dos le hace sonreír, decido sentarme sobre él, si no tiene escapatoria podré ayudarle.

Mi movimiento le pilla de sorpresa, me mira con ojos expectantes, sus brazos están bajo mi poder y no puede o no quiere defenderse.

Nuestra conversación es ahora más fluida, comienza a explicarme su pelea en la taberna El gesto de su cara me invita a sentarlo  bajo mí, su cuerpo me provoca, movimientos sencillos y su sonrisa me hacen suspirar, me contagia el morbo que le provoco.  
Su gran verga me estremece, el roce que siento sobre la ropa me enciende. De pronto se levanta cogiéndome en brazos, su boca se precipita sobre la mía con deseo y yo me dejo seducir por él.

Su teléfono le reclama, no he contado las veces que nos han interrumpido, está destinado, no acabaremos la noche juntos.  Me dirijo a mi habitación, enjuago mi boca tras lavarla, mi cama me espera y el día ha sido muy largo.

Las seis de la mañana se hacen muy pronto, siendo unos nudillos los que me avisan. El traje de camuflaje no me gusta mucho, es algo ancho y no se queda ajustado. Montamos en los todo terrenos que nos llevan al grupo de cazadores. Mediante una subasta cada uno queda consignado en un ´´ puesto´´ ( lugar desde donde se vigila la presa).

Por una casualidad, no quedan puestos libres y a mí me toca el mismo puesto que a Manuel.

No sé si es por casualidad o lo ha premeditado.  Cada doscientos  metros, un puesto nos aleja de los demás participantes. 

Su cuerpo junto al mío, suaviza el temor ante tales animales. El tiempo pasa y los movimientos son nulos. Mi cuerpo comienza a estremecerse, me contoneo  sobre la dura tierra, él sonríe girándome hacia mí. Su dedo índice dibuja mi silueta hasta llegar a mi cintura, me mira, no sabe cuál será mi reacción, quedo  petrificada sin responder.

Su mano continúa bajando,  sobre el pantalón, la yema de sus dedos dibujan círculos en mi clítoris, intento, deseo no sucumbir a su provocación y no lo  consigo.

La sonrisa que expresa me hace saber, que en este momento, decide sobre mí.

Mi cuerpo se contonea con sus movimientos, no se acerca a mí, solo sus dedos juegan en mi cuerpo. Bajo la mirada apreciando la gran excitación que le provoco, mis suspiros crecen ante tal ataque de placer.  Sus ojos me encienden, su excitación  acelera mi estaxis. Su boca besando mi pecho con fuerza, hace que ascienda al mayor de mis placeres.
Su mano  dirige a la mía….







Te gustaría leer otro de mis escritos: Gracias a ti, Historia de verano, Deseo y Un juego peligroso. Tentando al poder

No hay comentarios:

Publicar un comentario