viernes, 20 de noviembre de 2015

Descubriendo el olivar

El viaje por Andalucía era uno de mis sueños. Decido no pensarlo más y tomar rumbo a Jerez, en los próximos días se daría lugar un gran acontecimiento a nivel nacional.
A la hora prevista llego al hotel, la habitación es sencilla, dos camas, una sencilla mesita, un aseo con ducha, el color gris de la cortina entristece la pequeña estancia, sin pensarlo mucho sonrió, solo será mi refugio en las horas de descanso.
Sin detenerme a deshacer la maleta, recorro la mayor parte de tan bello pueblo andaluz. Las fotografías recogen la cálida luz que acariciaba mi rostro, dejando impreso la alegría de las sencillas personas con las que me encontró.
Una de las tabernas me llama la atención por la alegría que desprende y alegra la calle.
El bullicio despierta en mí el deseo de entrar y saciar tanto mi curiosidad como el hambre que ya  acompaña.
Sentada junto a la barra, observo un grupo muy animado que sonríe y brinda por una larga amistad, entre ellos un atractivo hombre maduro sobresale por su sonrisa y simpatía.
El montadito de lomo que acompaña a la cerveza disminuye entre sonrisas sin dejar de observar al protagonista del grupo. Su mirada se cruza con la mía dejándome sin aliento e intentando disimular el nerviosismo que me  provoca.
La invitación del desconocido no tarda en llegar, se lo agradezco brindando con él en la distancia, cosa que el caballero no admite, con una sonrisa se acerca a mí.
-Hola, mi nombre es José ¿y el tuyo?
-Me llamo María, gracias por la invitación.



La tarde va poco a poco desapareciendo en una conversación animada, con la llegada de la noche me despidió justificando mi partida por la temprana hora que reemprendo mi viaje, él aprovecha el último momento invitándome a visitar Jaén, lugar donde reside.
El conducir siempre me ha relajo y decido poner en marcha el motor del coche sin destino, disfrutando de los paisajes que me concedían las carreteras nacionales. Dos horas después me encuentro recorriendo  un mar verde.
A ambos lados de la carretera, cientos de olivos  cubren cada palmo de terreno recordándome la invitación de José. Decido mandar un  mensaje aceptando la invitación y en tan solo media hora, José es encuentra sentado a mi lado en la pequeña terraza del bar donde  lo espero.
José luce una impoluta camisa blanca, corbata de rayas azules y  pantalones negros,  me  parece una escena de lo más sexi, muerdo mi labio inferior, sonrió consciente de que mis pensamientos no son los más apropiados.
La melodía de su teléfono le hace fruncir el ceño, un acto que activa un hormigueo en mi estómago , tardando unos segundos en poder controlar. El calor comenzaba a ser notorio, me dedica una sonrisa perversa mientras me invita a visitar el pueblo y los alrededores.
Sin dudarlo acepto su invitación, emprendemos el camino paseando por las estrechas calles, el calor comienza a ser agobiante, como un caballero se ofrece ayudándome a desprenderme de mi chaqueta, sus dedos rozan mi nuca antes de alcanzar el cuello de mi chaqueta retirándola con excesiva lentitud, como si estuviera desenvolviendo un delicado regalo.
 Me centro en sus ojos, me contempla con ojos confusos, como si me conociera, no me dejo intimidar, llevo mis manos al nudo de su corbata para aflojarlo y posteriormente, retirarle la corbata con cuidado.
Nuestros pasos nos guían a uno de sus terrenos, un extenso olivar. En cuanto nuestros rostros vuelven a encontrarse, continúo el juego que, de forma sutil, hemos iniciado. Desabrocho los botones de su camisa, empezando por arriba para ir bajando dejando su torso al descubierto, sus ojos fijados en mis labios, sin duda es uno de esos hombres que le gusta cuidarse. Sonrió con complicidad quitando mi camiseta, exhibiendo frente a él mi sujetador de encaje negro.
-Ahora creo que deberías quitarte eso- digo señalando su pantalón oscuro.
Desliza sus manos tras la espalda concediéndome el privilegio de hacerlo por él. Decidida desabrocho el cinturón, hago lo mismo con los pantalones y seguidamente los deslizo por sus piernas hasta retirárselos por completo.
-¿Y ahora qué? –Pregunto reprimiendo una sonrisa- mi falda parece ser lo único que sobra.
- Tienes razón, no combina con el paisaje.
No lo pienso más y desabrocho la cremallera de mi falda, dejándola resbalar por mis piernas desnudas hasta detenerse en mis tobillos, me acerco a este hombre tan atractivo que sigue observándome con detenimiento, nuestras miradas se congelan seguidas por un silencio en el que los dos comenzamos a respirar con irregularidad.
Su cuerpo colisiona contra el mío pillándome desprevenida, sus manos rodean mi cintura haciéndome sentir la presión de su entrepierna clavándose en mi ingle, me dejo llevar devolviendo cada uno de sus besos con desesperación, mis manos acarician su ardiente piel.
Arrastro mis labios por su pómulo hasta llevarlos al lóbulo de su oreja, lo presiono levemente con los dientes, el encaja su rostro en mi cuello. Gimo en su oreja al sentir su cuerpo completamente enganchado al mío, sus manos acarician mis muslos centímetro a centímetro acercándome a él. Acaricio su entrepierna sintiendo su dureza en mi mano.
Mi caricia le gusta, su cuerpo reacciona en el acto, parece estar ardiendo.
-¿Te excita la idea de que puedan vernos-  me susurra separando sus labios de los míos.
-No más que a ti- susurro entre sus labios. Sonrío fundiéndome en su cuerpo, jadea en ese instante desabrochando mi sujetador haciéndome reaccionar mi cuerpo, rodeo su nuca con mis manos besándolo con voracidad desmedida, el roce de sus manos contra mis pechos estimulan mis pezones endureciéndolos.
Bajo su bóxer hasta medio muslo, no me da tiempo a deleitarme con su erección, una de sus manos desliza mi tanga percibiendo mi humedad, utiliza su segunda mano para separar mi pierna derecha, quedando mi sexo a su disposición, el placer me sacude cuando roza con su miembro las puertas de mi vagina, jadeo al sentirla dura y resbaladiza deleitándome adaptándome a su grosor, muevo mis caderas ansiosa, no cede a la demanda de mi cuerpo y detiene la penetración..
-No pares- susurro con el pulso acelerado.
-¿Qué quieres?- mordisquea cuidadosamente mi barbilla.
-Ya lo sabes- contesto desesperadamente.
-Quiero oírlo- su morbosa insistencia consigue excitarme aún más.
-Métemela….
Su pene invade mi vagina alcanzando más profundidad de que imagino, me llena por dentro, escucho el sonido seco de sus testículos chocar contra mí, me dejo llevar por el constante balanceo, fuerte, dominante, mi cuerpo se acopla con el suyo sin dejar el mínimo hueco entre nosotros, lo necesito, anhelo su ferocidad más que cualquier cosa.
-¿Así te gusta- susurra con la voz entrecortada.
-Siii – contesto entre gemidos.
Un nuevo sonido proviene de él, consigue aturdirme tensando mi cuerpo precipitando en mi un incontrolable placer que me lleva al orgasmo entre desmedidos jadeos al tiempo que él libera su densa carga en mi interior.

Enmanuell L 21 de Noviembre de 2015




4 comentarios:

  1. Sabes... esa forma de relatar es, por lo menos para mi magnifica, entas en el relato con los detalles de situacion, con ese rol que le vistes, que te haces casi ser parte de el y con el misterio que te envuelve, ese juego entre la realidad y ficción es una pasada para la imaginación de quien te lee.

    Hacia tiempo que no escribias y me alegra que vuelvas ha hacerlo y tan enmanuel como siempre.
    Yo estare siempre para leerte.
    Besos y feliz dia.

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  3. Maravilloso relato. ..besos querida Enma..!!!

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