jueves, 20 de abril de 2017

El deseo de una cita (tercera parte)

El pasillo que recorre los escasos metros que nos separan de la habitación se hacen eternos, su mano se entrelaza con la mía guiándome tras él. Dos chicas de la limpieza nos saludan a nuestro paso con una sonrisa.

El temblor de mi cuerpo cada vez es más evidente, frente a la habitación,  su sonrisa me da confianza. 

 La puerta se abre, su mano vuelve a  rodear mi cintura invitándome a entrar.

La habitación del hotel es perfecta,  el tono  de sus paredes es  cálido,  mil espejos acompañan  nuestro paso hacia el dormitorio. Siento su mirada recorriéndome,  consigue erizar mi piel  dejando evidente mi deseo por él,  muerdo mi labio intentando retener mi deseo.

Sus pasos se detienen junto al resquicio de la puerta, lo observo, ambos nos desprendemos de la primera prenda que nos cubre, nuestras miradas se cruzan, me sonríe,  el temblor de mi cuerpo es tan patente,  que no consigo desabrochar mi chaqueta.

Me dejo llevar por sus manos, suaves, expertas, decididas. Sus labios arrebatan el primero de mis suspiros.

La pasión se desborda entre los dos, por primera vez descubrimos nuestros cuerpos, disfruto acariciando cada parte de su cuerpo al ir desnudándolo. Nuestros labios unidos,  en una lucha permanente.

El tiempo se ha detenido, nuestros cuerpos se deslizan recorriendo la amplia cama, sabemos lo que queremos y lo disfrutamos cada movimiento.  Nuestros cuerpos se entienden, se desliza entre mis piernas sin dejar de besarme,  su mirada se detiene, desea grabar en su mente el placer que estoy a punto de sentir.

Mi respiración se convierten  en suspiros de placer incontrolables,  su miembro encaja perfectamente  dentro de mí.

Durante horas el sudor de nuestros cuerpos se confunde entre gemidos y deseos prohibidos que ambos deseamos. Risas, caricias, besos, el descanso de dos amantes extasiados compartiendo un abrazo.

La tarde se vuelve noche, ambos necesitamos respirar aire fresco, decidimos recorrer las empedradas calles de la ciudad que nos acoge.  Cada uno de nuestros pasos,  nos guía de nuevo a la habitación donde podemos disfrutar de nuestro deseo, la ropa quema nuestra piel desde el momento que cruzamos el umbral de la puerta.

Sus manos erizan mi piel nuevamente, sus labios acarician mis pechos con locura, desata en mí, la mujer que deseo ofrecerle .



                                            Enmanuell L 21 De Abril de 2017